Pregón 1999

Respetado y querido señor Alcalde de Béjar, devotos cofrades de la Semana Santa bejarana, señoras y caballeros: Mi segunda experiencia de una Semana Santa profunda la recibí, cuando tenía 10 años y consistió en un deber que en la escuela nos mandó don Sixto el maestro. Consistía ese deber en aprenderse de carretilla un texto literario, concretamente de Gabriel y Galán, no muy valioso por cierto, pero muy emotivo, y psicológicamente muy rico, una obra primeriza, de esas que llaman de juventud, menos la escena final que es realmente inspirada y magistral. Ese texto, que culmina quejándose: Porque le pegan sin hacer ningún motivo, me caló tan hondo, quedé tan tatuado en las carnes de mi memoria, que bajó más profundo y llegó a los sótanos de mi subconsciente. A veces, de una manera como mecánica, autómata, como un movimiento reflejo que lo mismo ejecutas dormido que despierto, ese texto acude a mis labios sin llamarlo yo, lo mismo que la Ovejita Lucera o La canción del Colacao.

Pero otras veces, lo llamo yo deliberadamente, conscientemente, y entonces tiene toda la ablución penitencial de un miserere. Y aquí está:

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada
con la frente ensangrentada, 
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada...,

Vas por la calle o en el metro o te estás afeitando y te viene la canción sin que nadie la llame:

Yo he nacido en esos llanos 
de la estepa castellana
donde había unos cristianos
que vivían como hermanos
en república cristiana.

A cuento de eso de república cristiana, debe contaros la primera experiencia de mi Semana Santa profunda, porque he empezado por la segunda. Mi pueblo era como una gran familia donde, para los niños, las personas mayores eran "tíos" y "tías", siendo el afecto y el trato y no otra cosa el origen de esta denominación; cuando a mi pueblo llegó "la civilización" -entre comillas- mis tíos y tías se convirtieron en "señores" y "señoras" y yo me sentí huérfano de tanta familia anterior. Mi primera experiencia de la Semana Santa fue la reconciliación de mi padre con un enemigo suyo, antiguo compañero en la escuela, con el que llevaba largos años sin hablarse , por cosas de la política. Entonces comprendí que la Semana Santa era una cosa muy seria.

Sucedió a raíz de una inocencia mía, una acción inconsciente: un miércoles santo, por mi cuenta y mi riesgo y sin permiso de mis padres, le pedí a tío Demetrio una carraca. El Jueves Santo, por aquello de que "Dios está muerto", no sonaban las campanas. La hora de ir a la iglesia la anunciábamos los muchachos recorriendo las calles del pueblo, capitaneados por los monaguillos, al par que hacíamos un ruido infernal con chirraeras, tinieblas y carracas. Las tinieblas consistían en tres tablas agujereadas y atadas con una cuerda floja, funcionaban haciendo chocar las dos tablas superior e inferior contra la intermedia.

La carraca era un instrumento de madera, provisto de una o más lengüetas, que sonaban al pasar por una rueda dentada. Las chirraeras eran de pequeñas carracas de latón, hechas en cantidades industriales; se compraban en la Feria de Béjar por cuatro perras gordas y, eran propias de los niños chicos, casi, casi como el biberón. La ilusión y el orgullo era recorrer el pueblo haciendo girar una buena carraca.

Medio pueblo llevaba yo recorrido, de puerta en puerta, pidiendo una carraca a las gentes, sin éxito ninguno, y al fin me reconvine a mí mismo:

- Josele, es que no sabes pedir. Las cosas se piden "por amor de Dios", como hacen los pobres cuando piden limosna de puerta en puerta. Que así, "por amor de Dios", nadie se la niega, Josele. Y seguí recorriendo las calles del pueblo.

- ¿Quién vive en esa casa?

-Tío Demetrio, me dijeron.

- Tío Demetrio, grité con fuerza. Una carraca por amor de Dios. Salió tío Demetrio y después de mirarme mucho, me preguntó:

- Y tú de quién eres?

- De tío Agapito.

- ¿Tú eres de tío Agapito? ¿Y sabe tu padre que has venido a mi casa?

- No, señor. No lo sabe.

- Pasa, muchacho.

Tío Demetrio tenía una carraca, pero había que buscarla y recomponerla. Le acompañé al desván. Me metí en la tejavana, porque él no cabía en lo más bajo de pendiente del tejado. Encontré la carraca, que él recompuso con mucha paciencia, hasta dejarla nuevecita. Mientras tanto, me convidó a perrunillas, más de una, porque me dio esa confianza y yo perdí la vergüenza. Cuando llegué a casa todo contento y cargado con la carraca que me había dejado tío Demetrio, mi padre me reprendió muy severamente. El Jueves Santo, después del Sermón que llamaban del Mandato, en el que el cura predicaba muy fuerte el perdón de los enemigos, yo vi que mi padre y tío Demetrio iban juntos en la procesión y, a ratos, se hablaban, que los vi yo muy bien por el rabillo del ojo. Luego volvieron a ser amigos, como lo habían sido desde la infancia.

Otra de las experiencias de mi Semana Santa profunda fue algo muy vulgar y ordinario, y consistió en un reportaje de TVE sobre la Semana Santa en un pueblo escondido y lejano de la provincia de Zamora, de muy difícil acceso, en el mismo extremo fronterizo de España, Bercianos de Aliste. Fue un reportaje modelo de cámara y de sonido y desde entonces el Viernes Santo en Bercianos de Aliste viene siendo una de las metas más altas y anheladas de mi vida. Aquel reportaje tan al vivo, no necesitaba guión ninguno, para mí, que desde niño lo sabía de carretilla:

Cuando esta fecha caía
sobre los tristes lugares, 
la vida se entristecía,
cerrábanse los hogares
y el pobre templo se abría.
Y detrás del Nazareno
de la frente coronada,
por aquel de espigas lleno
campo dulce, campo ameno
de la aldea sosegada,
los clamores escuchando
de dolientes misereres,
iban los hombres rezando,
sollozando las mujeres
y los niños observando.

Y los hombres, abstraídos,
en hileras extendidos,
iban todos encapados
con hachones encendidos
y semblantes apagados.

Es muy posible que ese pueblo de Zamora, Bercianos de Aliste os suene, porque de por allí es también un diamante en bruto, una muestra preciosa de la música popular, y una de las joyas del folklore castellano y español, el bolero de Algodre. ... sé que comienza:

Barre la calle
que va a pasar por ella, etc.

Aquel documental de TVE abrió mis ojos y fue una ventana para mí, porque me enseñó el valor de lo tradicional como patrimonio de cultura y de identidad populares.

He asumido este pregón muy convencido de que la tradición, como la afición a las ciencias históricas, es perfectamente compatible con la progresía o modernidad bien entendidas, y convencido de que los pueblos que cultivan sus tradiciones se conservan como tales pueblos y, en cambio, los pueblos que, en nombre del Progreso, abominan de sus propias tradiciones, se suicidan, porque matan su propia idiosincrasia.


Semana Santa, años 1960 y 1970 (Béjar)

El ejercicio del ministerio sacerdotal en Béjar, me impidió durante muchos años acudir a esa meta mía tan subida y escarpada que es el Viernes Santo en Bercianos de Aliste con el famoso bolero como música de fondo, y yo lo suplía asistiendo a la procesión en Béjar, con el pensamiento puesto no sé si en Bercianos o en la poesía de Gabriel y Galán. Mi mejor adorno para la semana santa bejarana no es lírico ni poético como para las demás. Es un adorno histórico, historiográfico, tomado de un legajo del A.H.N. Siempre pensé que de las procesiones bejaranas la de más raigambre y tradición era la de la Santa Vera Cruz, en la tarde del Viernes Santo. Cuando esta procesión se encalleja y se ahonda por la estrecha Calle de los Curas, teniendo enfrente un formidable atardecer que es ya casi anochecida, es de un alto contenido histórico y tradicional. En el Jueves Santo de 1674 , en la procesión de Flagelantes de la cofradía de la Santa Vera Cruz, al salir de este edificio Convento de San Francisco, ocurrió un incidente que pudo resultar gravísimo y fue un choque frontal entre la autoridades civil y la eclesiástica a cuento de la presidencia, y luego quedó en un simple tumulto ().En las tierras que entonces eran ducado de Béjar también tenía vida y vigor la Cofradía de la Santa Vera Cruz y su procesión de flagelantes. Así consta que existía en La Garganta, hoy provincia de Cáceres:

ÕTEM, ordenamos que cada matrimonio, o viudo con hija, o viuda con hijo , o mozo o moza solteros viviendo en casa solos, y siendo cofrades de esta Cofradía de la Santa Vera Cruz, sean obligados a tener un alba con todo lo necesario para disciplinarse el Juebes Santo, bajo la pena de dos reales. Y que los alcaldes de esta Cofradía, quatro meses antes, requieran a dichos cofrades y les obliguen al cumplimiento de lo dicho, para que el Juebes Santo sin convenienzia el que quisiere disciplinarse no pierda su intento. Y se exceptúa el que oviere enterrado persona de su casa.

ÕTEM, ordenamos que el Juebes Santo en la noche se junten en la iglesia todos los cofrades y el que tuviere disposizión se discipline, sin ponerse divisa por la que pueda ser conocido. Ni hablar ni llamar a nadie por su nombre, ni hacer seña o acción descompuesta, so pena de tres libras de cera.

Y que el maiordomo tenga dispuesto un lavatorio, para lavar a los hermanos disciplinados y se les dé lo que es de costumbre ().



Semana Santa 1982, (Zamora)

Un año salí de casa con la intención de llegar a Bercianos de Aliste. Me detuve en Zamora para conocer algo de su famosa Semana Santa, tan recogida y devota como un responsorio del abulense maestro del contrapunto, Tomás Luis de Victoria. Me alegré por su procesión de La Soledad y escribí:

Que no es ninguna avenida
esta Calle de Amargura.
Que acaba en la sepultura
y es callejón sin salida.
Mas amarga que esta ida
ser la vuelta en verdad.
Ay, dueña de la orfandad,
la vuelta ser peor
y esta calle del dolor
ser de la soledad.

El caso es que por ganarme las procesiones de Zamora, me perdía del Viernes Santo de Bercianos de Aliste, me perdí el aspirar la música del bolero, porque hay músicas que se aspiran en el ambiente como un perfume, y esa meta mía quedó para otro año.


Semana Santa 1990 (Salamanca)

Antes de llegar al Viernes Santo en Bercianos de Aliste y al perfume de su música popular, tan popular como la albahaca o el orégano, tuve una experiencia muy profunda de la Semana Santa en Castilla. Procesión seria y austera donde las haya, procesión de muchísimo respeto, procesión original y revolucionaria, procesión más que elocuente clamorosa a pesar del silencio que lleva y que impone a los demás, es la que saca una moderna y juvenil cofradía del barrio del Arrabal en Salamanca.En la tarde del Viernes Santo, sin más ruido que el lúgubre tañido de una campana que encabeza la procesión, sale del barrio del Arrabal. Su traje es de una túnica blanca y negros el capuchón y el antifaz. Pero en medio de las dos filas de nazarenos, vienen muy visibles pancartas que retumban como aldabonazos en las conciencias, así como ésta:

Cristo sufre hoy en los 200. 000 refugiados que hay en el mundo.

O ésta: La Pasión de Cristo se repite hoy en los miles de inmigrantes explotados cerca de tí.

O ésta: Cristo muere en los 120.000 niños que hoy morirán de hambre.

Sinceramente, creo que a la Iglesia le cuadra bien un lenguaje con una garra así, como no le cuadra cualquier otro lenguaje por muy teológico, canónico y litúrgico que sea, si va carente de ése.


Semana Santa, 1992 (Sevilla)

Lejos de mi anhelado Bercianos de Aliste y de su famosa y perfumada canción, por tener mejor comunicación para ello, experimenté varios años la Semana Santa en Sevilla y en Málaga. Hay una mala imagen de la Semana Santa andaluza, que yo quisiera contribuir a borrar. Sencillamente, la Semana Santa de Sevilla no se conoce por dentro.No se conoce su sacrificio: Numerosos jóvenes que, en verano, sacrifican cada semana una tarde de playa para ir al ensayo de la banda a la que pertenecen.

No se conoce su penitencia: nazarenos costaleros que entran en un bar, porque llevan ocho, diez, doce horas acarreando un pesadísimo paso.

No se conoce su desinterés: porque son voluntarios y gratuitos.

No se conoce su desprendimiento: el cardenal arzobispo de Sevilla, don José María Bueno Monreal, después del Concilio Vaticano II, se dirige a la Confederación de Cofradías de la Semana Santa de Sevilla, pidiéndoles revisar y orientar mejor sus gastos: - Nuestros tiempos no ven bien las alhajas en la Virgen, mejor que una joya tan valiosa es una Escuela de Formación Profesional bajo su advocación.

El Presidente de la Confederación al cardenal de Sevilla: - Zí, zeñó cardená. tenga uzté ese cheque en blanco pa la escuela eza de la Vinge. Pero ¿cómo la vamo a sacar a la calle con los mizmo atavío quel año pasao?

No se conoce su mística: pasa la Esperanza de Triana. la turista mejicana comenta con su esposo: ¡Qué guapa! Si ésta es así ¿cómo será la del cielo? Un nazareno que ha oído la pregunta, la contesta: - Más fea, señora, más fea que ésta.

La Semana Santa de Andalucía ha inspirado mucha literatura y yo también le eché mi cuarto a espadas con cuatro poemas, que más tarde verían la luz ().

1)
Juré por Dios volver a ver Sevilla
una noche de azahar y de saeta.
Quedé ciego después, y en la cuneta
quedó muy tierra adentro mi barquilla.

Hoy vuelvo a remo seco, a zancadilla,
a trancas y barrancas, y en la meta
del gentío mi espíritu interpreta
que no puede ir más cerca y se arrodilla.

Oh Sevilla, que avanzas con un paso
de luz crucificada, voz doliente
y esencia de azahar campanillero.

Yo te sigo a bastón y contrapaso, 
de mis ojos perjuros penitente,
de mi carga de sombras costalero.


2)
Clarín del dolor, violín
que hilas tan fino tus tientos
que socavas los cimientos
de mi risa y mi festín.

Clarín del quejío, crin
y espuela que retuerces
nuestro silencio y ejerces
tu punzante serpentín.

Clarín de agonía, mastín
que la vida a muerte guardas 
aullando tus espingardas
como un ladrido sin fin.

Clarín de muerte, espadín
que mi intimidad araña
y trasverbera mi entraña
llevándome en su botín.


3)
Oprimido costalero
de las espaldas quebradas,
que no buscas las miradas
ni el aplauso ni el dinero.
Sube hasta el calvario entero
ayudando a tus hermanos
costaleros. Que tus manos
en su sangrante acarreo
son el mejor cirineo
de esos cristos sevillanos.


4)
Miradle tan sin joyel,
con sayal y sin corcel,
tan humilde y publicano,
que mi orgullo, de antemano,
duda que Dios venga en él.

Dios entre nosotros, piel
de sangre y de cincel,
astro descielado, llano
sol. Ay, príncipe cercano,
sale el divino Manuel.

Como un pobre, sin doseles
de temor, entre Manueles
Manolo. Sencillo hermano,
mirad al cristo gitano
preso de nuestros cordeles.

¿Qué bien vas y qué bien huele
de limón y de laureles,
la cruz por vara en tus manos
de gitano entre gitanos,
clavel entre mil claveles.


Semana Santa en Extremadura

Un año más y mi ilusión puesta en el Viernes Santo de Bercianos de Aliste y en escuchar el bolero de Algodre, cuando el obispado mi pidió que oficiase la Semana Santa en un pueblo cacereño, Casatejada concretamente.Andaba yo entonces muy sumergido y meditabundo en la lectura de uno de mis libros preferidos, Resistencia y sumisión, de Bonhoeffer, un teólogo alemán, al que los nazis sacrificaron en los hornos crematorios del campo de exterminio, de Dachau. Este teólogo y su libro son los mentores principales de una teología que arranca del ateismo ambiente y que se conoce como "la teología de la muerte de Dios", que a mí, la verdad sea dicha, me va: el Dios cristiano no es el de la trompetería del Monte Sinaí, ni es el Dios de los Ejércitos; que todo eso es Antiguo Testamento, superado por Jesús de Nazaret. El Dios cristiano es el de la cruz y el abandono, muerto como un perro en el extramuros de Jerusalén, olvidado, despreciado y aparentemente fracasado.

En el silencio de ese Dios, que muere en el patíbulo siendo inocente, arranca la clave para entender la incógnita de las incógnitas, en la cual Dios se muestra más solidario que nunca con el hombre: el sufrimiento de los inocentes.

Un año más que me perdía el Viernes Santo de Bercianos y la música de albahaca del bolero de Algodre, pero gané una de las experiencias más profundas de mi personal Semana Santa, los empalaos, de Valverde de la Vera. Aquellos mis días de Casatejada tuve ocasión de conocer las Vegas del Tiétar, en donde centenares de magrebíes sufren, sudan y trabajan en las penosas condiciones que vosotros sabéis y yo no voy a repetir aquí.

Estas mismas tierras tan sangrientas y fértiles, -hasta Talavera y más hasta Toledo y más, hasta Cuencua, y hacia el Sur hasta Gibraltar; por eso aún le queda a Extremadura en su escudo la presencia de un castillo- digo que estas mismas tierras fueron conquistadas para Castilla por nuestro padre Alfonso VIII, repoblador de Béjar cuando aquello de ancha es Castilla. Acabadas mis obligaciones en Casatejada, unos familiares me llevaron a conocer Los empalaos y entonces escribí este poema ():

En la noche del Jueves Santo al viernes
salen los empalaos sin aviso
y transitan las calles de Valverde
en silencio y víacrucis
en medio de un ambiente frívolo,
de evasión y turismo.
Es la agonía de Dios, que nunca muere
pero siempre está en cruz y fracasado.
Es el temblor de Dios, el moribundo
que por ser Dios
lleva las de perder.
No hay esbirros
ni escultores barrocos que lo digan,
ni oratoria grandilocuente y trágica.
No hay Judas evidentes ni Pilatos convictos.
Ni tan siquiera hay sangre.
Por no haber, ni siquiera hay pecado
concreto y específico de nadie.


Este es un Viernes Santo que se parece a un lunes que se parece a un martes que se asemeja a un miércoles que nos recuerda a un jueves con acciones de bolsa, sucesos y estadísticas.

Como un jueves cualquiera, sin majestad ni rito
salen los empalaos de sus casa. Ambulan
como bultos descoyuntados,
de estación a estación, a deshora.
Descalzos, aplastados, desnudos
son el derrengo y el dolor y el frío
de la noche de Dios.
Hay venas, piel y carne amoratada.
Hay vello y sangre reprimidos
bajo el esparto hostil
y bajo el peso. Anónimos, 
adivinas su edad por la velocidad y el garbo.
Sólo otro empalao lo respeta,
lo adora y se conduele
y doblan sus rodillas en su saludo recíproco
las cruces frente a frente
y luego se dan paso, transversales las cruces, paralelas, en las
calles estrechas de Valverde.
Después vuelven a casa y otra vez al respiro
con aire libremente en los pulmones.
Unas zancadas luego y un garbeo por la plaza
con pantalón vaquero mezclados con la gente
y un cubalibre en algún sitio
mientras unos turistas, eruditos,
se ríen y remedan a un empalao que pasa.
Tiene que descansar el empalao, vuelve a su casa y duerme.
la sábana de abajo es de hematomas.
mañana, otra vez la pasión
de ser hombre viviendo y trabajando en esta tierra
tan reseca de zarzas e injusticia.
Está muriendo Dios y no se enteran
ni el Ministro del Interior, ni el Papa, ni los médicos.


Semana Santa, 1999

Hogaño quisiera ir el Viernes Santo a Bercianos de Aliste, que sigue siendo una mete secreta y un sueño de mi ilusión más profunda. No lo tengo fácil, porque no tengo coche, ni puedo conducir, ni hay combinación ese día desde Zamora, que lo sé yo, porque ya lo he preguntado. si no lo consigo, me conformaré con la poesía, La pedrada, de Gabriel y Galán que don Sixto el maestro me mandó aprender de carretilla: 

¿Cuántas veces he llorado
recordando la grandeza
de aquel hecho inusitado,
que una sublime nobleza
inspiróle a un pecho honrado.

Y aquel sayón inhumano
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano,
¡Qué feroz cara tenía!
¡Qué corazón tan villano!

Más un travieso aldeano,
una feroz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan grande y tan pura
como el cielo castellano,

se sublimó de repente.
Se separó de la gente.
Cogió un guijarro redondo.
Mirole al sayón de frente
con ojos de odio muy hondo.

Parose ante la escultura.
Apretó la dentadura.
Asegurose los pies.
Midió con tino la altura.
Tendió el brazo de través.

Zumbó el proyectil terrible.
Sonó un golpe indefinible
y del infame sayón
cayó botando la horrible
cabezota de cartón.

Los fieles alborotados
por el terrible suceso
miraban al niño airados
preguntándole admirados:
¿Por qué? ¿Por qué has hecho eso?

Y el contestaba, agresivo,
con voz de aquellas que llegan
de un alma justa a lo vivo:
-Porque sí. Porque le pegan
sin hacer ningún motivo.

O bien escucharé los responsorio del abulense Tomás Luis de Victoria: Judas, el peor de los mercaderes, con un beso vendió al Señor.

O bien me conformaré con el bolero de Algodre, cantándomelo a mí mismo, por lo bajini por decirlo en bejarano, como si estuviera rezando un salmo:

(Cantado:)
Barre la calle
que va a pasar por ella,
salada ay, ay, ay
Cristo y su madre.
Déjate querer.
que va a pasar por ella
Cristo y su madre, ay, ay, ay.


He dicho

Madrid, Cuaresma de 1999

José Luis Majada Neila